martes, 16 de julio de 2013

Para siempre

Pocas personas aman el día de hoy como lo hacía mi abuela. Hoy, 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, era una fecha cada año señalada en rojo en el calendario para mi abuela. Era SU día. El día en que más trabajaba, más sudaba, más gritaba, pero también el día en que más se divertía, más cantaba, más se emocionaba…

El día en que el trono de su querida Virgen del Carmen, llevado por marineros amigos de toda la vida, se paraba delante de su bar sólo para que ella le cantara su Salve Marinera antes de que lo embarcaran para darle un paseo por las aguas de un puerto tan suyo. 

Pero hoy todo será muy distinto. Esta vez irá ella también en el barco, zarpará pero para no regresar a tierra. Porque no hay nadie más del mar de lo que era ella. Era su deseo y hoy se hará realidad. Ella era mar y el mar era ella, y esa simbiosis se hace hoy más efectiva que nunca. 

Hoy nosotros le despedimos y el mar le abrazará para darle la bienvenida, con su Virgen del Carmen como testigo, y con su nieto a varios cientos de kilómetros deseoso de estar allí arropando a su familia en estos instantes tan especiales. 

Porque para mí mi abuela siempre fue lo más grande. Y siempre lo seguirá siendo. Siempre era el primer número que buscaba en la agenda, siempre el primer hombro en el que apoyarme, siempre las primeras manos que aplaudían mis logros. Siempre.


Te queremos abuela, te queremos allá donde estés. Siempre.



lunes, 7 de febrero de 2011

Cerrando la caja

"Al final el bar lo cierran"

Y punto. A cuadros me quedé. "¡Cierran el bar, joder!" pensé. Y me dolía, claro que me dolía. Ver cómo el trabajo de una familia entera durante años y años se va al garete es algo que no se le desea a mucha gente. Pero es así.
"Ostia Dani, qué exagerado eres, tan solo es un bar", dirás. Pues verás, no es del todo así.
Hablo del bar de mi abuela. Bar Restaurante el Tarifa (y no, no estoy haciendo spam). En pleno puerto pesquero de Fuengirola. Empezó siendo un quiosco de lata con una nevera para bebidas, una freidora y una plancha. Situado justo en el flanco derecho de la lonja donde se subasta el pescado de Fuengirola, era de claro ambiente marinero y su atmósfera familiar atrajo no sólo a los pescadores que llegaban de trabajar, sino también a aquellas familias que querían degustar pescado fresco, casi recién cogido.
Los primeros años de mi vida los recuerdo como una conjunción de mesas de bar, cajas de Coca Cola y pescadores. Todos felices y todos contentos, mi abuela regentaba aquel quiosco con una maestría digna de mención. A la edad de 7 años vi como aquel quiosco desaparecía dando lugar a la construcción ya de un bar de ladrillo. Lo llamaron Bar Restaurante el Tarifa, en mención a mi abuelo materno, por entonces aún en vida, ex jugador de fútbol tarifeño que al llegar a jugar en equipos malagueños adoptó el sobrenombre de "El Tarifa". Recuerdo la sensación que tuve al entrar por primera vez en aquel bar nuevo. "Haalaaa, todo esto es de mi abuela". Y es que contaba (y aún cuenta) con una planta baja más o menos espaciosa y una terraza al aire libre en la planta de arriba. Por entonces, con el calor del verano, se colocaban las mesas para la clientela en un espacio de acera justo detrás del bar, comunicando directamente con la cocina. Con el paso de los años el bar fue ganando una clientela fiel cada verano, y pudimos adaptar un pequeño solar justo a un lado del bar para convertirlo en una terraza propia.


Mi hermana María del Mar y yo siempre nos las apañábamos para hacernos amigos de los hijos de los clientes y así no nos aburríamos, pues pasábamos en verano un día sí y otro también. Hasta que un verano quise entrar a trabajar, aprender un poco y ayudar a la familia. Era a la edad de 13 y me puse por primera vez detrás de una barra. Aprendí rápido y ese verano descubrí lo que era tener dinero propio. Desde entonces, cada verano, cada festividad, cada puente... los paso trabajando allí.
Ese bar no es sólo un negocio. Es un punto de reunión de mi familia. Recuerdo haber celebrado más de una Nochebuena y más de una Nochevieja en el bar, con las puertas cerradas, mi familia dentro... y también pasamos muy buenos y muy malos momentos.
Así que, como comprenderás, no es solo un bar. Es una caja donde hasta hoy están guardados la mayoría de mis recuerdos. Recuerdos que, por otra parte, van a permanecer aunque la caja no esté. Es como si de buenas a primeras, te dijeran que la casa donde naciste, creciste y en la que a día de hoy vives, la van a derribar. En fín, es por ello que quería dedicar este homenaje a un bar que, si nada lo remedia, verá como su historia acaba el día 31 del próximo mes de marzo. Deséanos suerte.

viernes, 3 de diciembre de 2010

¿Qué es un plano?

Hace poco tiempo, estuve todo un día lidiando con mi autocad querido. Y quien lo haya probado, sabrá que a la hora de sombrear, ese programa se encarga de que desees la destrucción de la raza humana.
Sombreando me hallaba, inserto en una retahíla de improperios insultando a todo lo que tuviera que ver con la arquitectura, con autocad y con la madre que los parió, pues unos sombreados decidieron que ese no era el día para hacerme feliz.
Entre insulto e insulto, apareció mi hermana. Alba, 8 años. Una monada. Y con la curiosidad que caracteriza a un crío se me acercó. Me miró un rato hacer cosas con el entrecejo fruncido y al rato me preguntó "¿Qué es un plano?"
Me cagué en todo lo cagable, lo que me faltaba era tener que explicarselo ahora. Le dije de muy mala gana que era como si mirabas desde arriba una habitación y la dibujabas. Ahí, a grosso modo.
Me soltó un "ah" y se fue. Tan campante. Sin darle más importancia ahí seguí yo, con mis sombreados de mis amores.

Al rato apareció mi hermana de nuevo. Traía un papel en las manos. "Ayúdame con esta división", pensé que me diría. Para nada. Puso el papel en mi escritorio


Exacto, había hecho un plano de su clase. Perfecto y a mano alzada. Había hecho incluso una leyenda con tijeras, borrador, papelera... No le faltaba un detalle. Quizás se había ido de escala y no había aplicado correctamente los grosores de línea. Pero el discurso era correcto. "Ahí pasan cosas" me dije yo.
"Te lo regalo" me dijo ella con una completa sonrisa al comprobar que me encantaba su obra de arte. A mí me provocó también una sonrisa. Había conseguido que se me pasara el enfado con el mundo. Sin apenas proponérselo.
Resulta curioso, ¿no? Cómo un gesto pequeño de una persona pequeña puede hacer de un momento malo, un momento totalmente distinto. Aquí sigue el plano de la clase de mi hermana. Lo voy a conservar y se lo enseñaré dentro de unos años.
Ni que decir tiene que despues de que me regalara el plano, me puse con lo mío con tranquilidad, terminé de sombrear y a otra cosa mariposa.